Comprendo

Sé que las cosas no van bien. No tengo nada que añadir a lo ya dicho. Ponte en mi lugar. Tengo las manos atadas. Podrías poner un poco de “por favor” en nuestras vidas, como repite ese personaje tan simpático. Nos hemos quedado sin provisiones. No somos capaces de subir al desván todo lo necesario para ser felices. Los elementos básicos son sencillos en su factura, pero difíciles de encontrar. Hemos hecho muchas tonterías. Lo bueno es que todo ha pasado. No nos hemos conocido, y ahora reparamos en ello. Pasan los minutos y las horas, y no nos presentamos para adorarnos, para bendecirnos, para ser uno solo en una escena de un teatro instructivo. Abonamos el tiempo de espera, y sabemos que no ha sido una sabia decisión. Nos enfadamos. Buscamos un olor a rosas que escurra lo pésimo que nos paraliza. No hemos sabido decir que “no” a tiempo. Soy una víctima, y tú también. Otros se han aprovechado. Estamos entre los signos de los actuales tiempos. Han de pasar muchas jornadas para desintoxicarnos. Necesitamos sondas para lavar nuestros corazones. Hemos empeñado lo que no teníamos. Cargamos una pistola virtual que engaña. Hemos aparcado mal. Es espantoso. Nos hemos olvidado de donde vivimos, de cómo, de una Navidad que no consuela. Preparamos una cena que se queda fría y olvidada en una oscura habitación de barrio marginal. Yo vivía como Robinson Crusoe hasta que te conocí. Descubrí unas huellas que me despejaron la cabeza. Nos pusimos en forma. Nos olvidamos de lo que éramos. Fue un hola y un hasta la vista. Así: nada más comenzar, en los prolegómenos. Supongo que lo merecía, que lo había ganado, o puede que no. Da igual. La entereza ha de estar para algo. El juego se ha producido con consecuencias inmediatas. Todo ha ido más deprisa de lo planeado. La experiencia no ha sido dichosa, pese a todo. El asunto es que estoy enamorado. Mis problemas acaban de iniciarse. Toca un combate mayor. Sí, comprendo.