viernes, 4 de julio de 2008

El cambio hacia el amor

Nos hemos convertido en “series seriadas” que nos cifran en números y en estadísticas que nos distancian de las verdaderas personas que somos. Hemos perdido las emociones, las capacidades de seducción. No entendemos como cuando pequeños, o bien porque no podemos, o bien porque no somos. Hemos invocado un bienestar que nos pasa su plato y su factura; y ya no damos con recetas milagrosas que nos saquen de un desaguisado devorador y peligroso como las serpientes del Amazonas. Evaluamos costes y beneficios y no respetamos las individualidades. Las bases son férreas y nos quedamos sin opciones sencillas que nos hagan sentir de manera amigable. Hemos invertido los procesos y tardamos en acercarnos a las buenas experiencias. Estamos en una permanente “crisis”: nos hemos estancado. Hemos olvidado que teníamos que cenar a solas con la pareja amada, y nos sentimos frustrados. No nos damos cuenta de que pasa el tiempo. La furia y la sorpresa nos escandalizan. Nos asomamos al misterio, al interés, y observamos que no queda nada. Las borrascas se han adueñado de nuestro espacio, y no ponemos en cuestión unos modelos de vida donde pensamos más en las modas que en los espíritus. Los años nos convierten en excusas de malos pagadores. Nos hemos olvidado de las fiestas sorpresas. Los reproches permanentes nos regalan unas inseguridades que nos vuelcan en las opciones menos malas, pero no es eso lo que buscamos. Despertamos a sentimientos profundos que enseguida nos esconden en la más pura rutina. Da pavor ver tanto tiempo perdido. La brutalidad con la que caemos en el escarnio de la avaricia pasa su hoz asesina, y damos con unos “tiempos muertos” que nos corrigen la plana para desarrollar más desazón. Estamos donde estamos, y no aspiramos a más. Nos conformamos con lo malo conocido, y esto, por desgracia, empieza ahora. Hemos cometido uno de los peores pecados y hemos roto el saco de todos los recursos esquilmados, que aquí se quedarán quebrados para unas generaciones que nos maldecirán. Los pensamientos no son suficientes. Hace lustros que debimos pasar a la acción. Comprendemos que las cosas no sufren cambios de manera pacífica y sin sacrificio. Hay un coste. Presentamos los avales del amor, de las buenas pretensiones, y todo es cuestión de aclamar los espacios de aquellos benditos que anulan las apatías para centrarse en lo que merece nuestra atención. Debemos salir del caparazón que nos han colocado las sociedades que se fijan en objetivos numéricos y en cuentas de resultados que rinden a sus consejos de administración. “Amemos y basta”, como dijo Agustín, uno que luego llamaron santo, y no intentemos heredar los instrumentos de poder ni las materias primas de una Naturaleza que no nos pertenece: en todo caso, nosotros, si nos dejamos, formamos parte de ella.

No hay comentarios: