Mueves las manos
como nadie
lo hizo antes.
Eres ese milagro cotidiano
que con mirada apuesta
conforma la realidad
que nos promueve
hacia las sensaciones
más comprometidas.
Somos en ese todo
que nos indica
hacia dónde ir.
Resaltamos
las contemplaciones
de unos deseos
conformados a imagen
y semejanza
de un ritmo mágico,
que tiene en ti
un tesoro, un duende,
un amor que hermosea
como la Luna
con los rayos
del oculto Sol.
Suenan las manos,
el tablao, la guitarra,
la voz…
Y tú te mueves
en la quietud de la noche,
que tiembla,
que balbucea un deseo
medio atrevido.
Regresa la querencia
de unos amantes
que dibujaron el cielo azulado
por la melancolía
de un deseo
con un pozo
demasiado grande.
Te añoro.
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