viernes, 11 de julio de 2008
En caída hacia la nada
El mundo se cae por un precipicio, por una sima alargada y sin fondo. Espera la nada. La fecundidad se ha dado a la fuga, y los niños que no vendrán lloran desde vientres galácticos. Las hachas golpean incesantemente, y la sangre perfumada de impotencia brota por doquier. Las palabras dadas se infectan de preferencias que se secan en un estanque que hace tiempo que se contaminó. Los cánticos se difuminan, y los pájaros se han extinguido. El reducto de las almas se ha agrietado: todo él es tan pequeño que no coge ni un alfiler de fe. La paz ya no es un bien escaso: es una situación imposible. Las garras afiladas de millones de felinos y de aves de presa nos arrancan los corazones y los picotean repetidamente. La ofensa es al ser humano, a nosotros mismos, desde la provocación que hemos fomentado. No somos fieles a nada, y por eso nos hemos quedado solos, más solos que nunca, en una soledad impensable hace años, aunque cultivada desde demasiado tiempo. Cuesta asumir los errores, pero debemos reconocer que las cosas están así. Hemos perdido referencias, anclajes, puntos de apoyo, y nos hemos perfilado como seres sin escrúpulos en busca de un destino universal que nos hace flojear. Nos levantamos una nueva mañana y vemos que nada tiene sentido. Hemos perdido la esperanza en las condiciones, y advertimos que no habrá condescendencia en las virtudes que otros reclaman. Seguiremos galopando hacia la miseria, mientras se enfría el universo, al tiempo que se enciende la llama destructora. El mundo se precipita hacia el infinito que todo lo devorará.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario