lunes, 7 de julio de 2008
¿En qué estarás pensando?
Te contemplo desde mi “atalaya” de adulto, y pienso que fui como tú. Eres una delicia de personita que tiene todo el mundo por delante, una vida que compartir, unos sueños que hacer realidad, unas esperanzas que fraguar… Sigo con detenimiento todas las curvas de tu cara, y veo la hermosura terrenal en grado sumo. Te sigo cualquier movimiento y me subo a la rueda de las dudas: “¿Qué estarás haciendo?”, me pregunto. El espíritu vuela y flota y no consiente parar de ningún modo. Te observo mientras canturreas, mientras piensas en no sé qué, mientras te mueves como el ser travieso que eres en busca de nuevos mundos en tu pequeño hogar, cargado de potencialidades y de futuras experiencias. Es el juego de la vida, que comienza, que es a través de ti. Casi me había olvidado del niño que fui: me recuerdo en ti. No entablamos un diálogo al uso: somos en la distancia de unos lenguajes que se tienen que hacer, en la cercanía de un amor que crece como la levadura. Con poco eres feliz, y me das una lección. Cuanto más alocado voy, más equivocado estoy. ¡Menos mal que has venido tú, amor mío, para regalarme un amor oceánico, lleno de vapor de agua y de colores azulados! Haces palmas con las manos, sonríes tú solo: algo pasa por tu cabeza de infante, algo divertido, algo con sentido, y yo, como siempre, me pregunto: “¿en qué estarás pensando?”
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