miércoles, 2 de julio de 2008

En reconocimiento a una persona muy querida

Alguien me ha reprochado, y con una “lícita” intención, ya que se trata de una persona muy sabia, que últimamente me hallo sumido en una cierta “caída” libre. No sabe esa persona amiga (tampoco me pregunta), ni tampoco sé yo, si ello se debe a una falta de intereses variados o si es por la llegada del otoño, con la “caída” de la hoja también. Además, ella esperaba que, con motivo de mi reciente cumpleaños, yo reaccionara un poco y me viese a mí mismo de otro modo. Ella, que tiene mejor memoria que yo, dice que el año pasado por estas mismas fechas estaba más contento, al menos de “puertas para afuera”. Puede que tenga razón: siempre la tiene. Me acerqué a su inteligencia y a su buen hacer (lo digo en serio), porque entendí que podía aprender mucho de ella. Así ha sido: no me equivoqué. Bueno: es posible que yo esté en el ciclo malo, en la órbita recurrentemente equivocada, en la fase de una Luna sin Luna, en la nada que apenas aporta la vitamina que precisamos. No niego: últimamente no. La vida es un tramo visible desde muchos puntos, pero que se oculta tras una selva de árboles y de matorrales que pinchan y que no admiten más que la aceptación de lo que hay. El terrible pasatiempo es lo que es: un sitio, un espacio, una forma, un lugar, un empeño, un período donde perdemos los minutos, las horas, los días, los meses, los años… Esto es de este modo, y, sinceramente, creo que lo óptimo es no pensarlo. He esperado muchos milagros en muchos instantes de mi existencia de tropiezos, pero siempre me he dado cuenta de que lo mejor es bregar un poco para sacar partido a lo que nos brindan las circunstancias en cada momento. El llorar, el quedarse parados y el pensar aquello de “si las cosas fueran diferentes” solo producen temores, demoras, y, a su vez, ansias no cumplidas que conducen, obviamente, a la frustración. Esto que digo es pura experiencia: los frutos del movimiento cotidiano nos deparan cosechas de este planteamiento o de otros similares. Además, tengo que reconocer, en otro orden de cosas, que uno se siente a menudo un poco incómodo, que no termina de arrancarle a la vida lo que desearía, un hecho que imagino que nos sucede a muchas personas, a la gran mayoría probablemente. Somos y nos ponemos nerviosos ante muchas situaciones: pretendemos cumplimentar multitud de coyunturas que nos apetecen pero que se nos escapan de las manos. Luego “manseamos” un poco, como los toros cuando reconocen cuál va a ser el perdedor en la pugna de la tarde. Finalmente, doblamos la espalda, cansados de tanta espera infructuosa y de un esfuerzo supremo que nos agota. No obstante esto que digo, quiero indicarle también a mi amiga que todo va bien, que me siento confortado por el calor que ella y otras personas me regalan cada día; y que, aunque soy un apocalíptico, me siento integrado en sus planes de vida, lo cual es tanto como aceptar que tengo garantías de superación y de entendimiento. Soy un inconformista nato, como tantos y tantas, pero reconozco que el pasado y el presente, y confío en que también el futuro, me han dado mucho más de lo que yo les he devuelto. ¡Salud!

No hay comentarios: