miércoles, 2 de julio de 2008

La evolución desde la palabra

Desde siempre, el “encuentro de culturas” ha significado un buen “negocio”; y lo ha sido en todos los aspectos. Los grandes viajeros que a lo largo de la historia han existido han puesto en contacto entre sí a pueblos, a regiones, a culturas diferentes, y esa simbiosis, ese intercambio, ha supuesto una mejora para unos y para otros, que han incrementado su propia “cosecha” del conocimiento y han entretejido avances y nuevas civilizaciones. El ser humano crece más en sociedad, en común, formando parte de muchos clanes. Poco a poco se pueden descubrir costumbres, técnicas y creencias que amplían las miras de cada cual, y eso tiene como resultado una mutación en progreso. Así, la propia comunicación humana ha ido avanzando con el paso de los años, y, lógicamente, se han marcado en algunos períodos unos hitos fundamentales. Un ejemplo de lo que estamos refiriendo lo fueron los fenicios, unos mercaderes excepcionales y unos comerciantes como pocos que vieron en la lengua escrita y hablada un vehículo incomparable para el avance económico. Los fenicios "conocieron" las lenguas de sus convecinos por una pura necesidad, a la cual les llevaban sus constantes relaciones económicas. Se ha constatado que dominaron la escritura egipcia y mesopotámica, las más importantes de aquella época, y crearon, a su vez, un método simplificado. Este sistema tenía 22 signos o letras que representaban cada uno, cada una, un sonido determinado. La combinación de estas grafías del alfabeto fenicio permitía la escritura de cualquier palabra. Este método ya existía a comienzos del siglo X a. C. De esa centuria es el texto grabado en el sarcófago del Rey Ahiram, de Biblos, escrito con aquellas 22 letras. Como hoy podemos comprobar, en esa remota invención está el origen de la mayoría de las escrituras alfabéticas conocidas tanto de Oriente como de Occidente. Precisamente los fenicios de Biblos, de donde era el monarca citado, crearon la primera forma de libro al unir láminas de papiro, que permitían escribir largos textos sobre ellas y luego enrollarlas. La utilización de este soporte para dejar constancia de la escritura fue común en aquella zona, y, especialmente, el imperio egipcio fue un “bastión”. Por tanto, es en Oriente Medio donde hallamos uno de los principales baluartes del llamado hoy en día mundo civilizado: nos referimos a la comunicación escrita. Sin ella se habrían perdido muchos conocimientos humanos, muchos avances, muchos estudios, muchas filosofías, muchas experiencias, muchos anhelos, mucha literatura… No sería malo que lo recordáramos cuando ciertas actitudes revanchistas o cuando ciertas posturas intransigentes y altivas nos portan a la idea equivocada de la cultura superior. La nuestra se la debemos en parte, en buena parte, a esos pueblos de Oriente. El ser humano avanza cogiéndose de la mano y nunca desde el enfrentamiento, que nos coloca en el mismo punto de partida. Los grandes gobernantes y los grandes pueblos se han caracterizado por la inteligencia de la fusión, del sincretismo, de la recogida de lo mejor de cada uno. Este planteamiento marca la evolución real. Pensemos, por favor.

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