miércoles, 2 de julio de 2008
Otro accidente mortal
Has muerto. Eso es lo que has conseguido. Estabas deseando coger esa moto, cuando apenas contabas 12 años; y te has quedado en la “cuneta”. No tenías pericia, pero pensabas que sí. Corrías como un ciervo alocado, considerando que te podías comer el mundo, y éste te ha devorado en un santiamén. No has tenido más ocasiones. La noche se convirtió en tu demonio, y no has salido de ella. La madrugada fue larga para ti, y también para tus familiares y amigos. De nuevo fue la maldita carretera, y los años jóvenes, y la locura transitoria con un manillar en las manos, y la imprudencia, y la dejadez de todos y de nadie… Tú has sido quien has perdido, quien ha caído derrotado en un combate que a duras penas se fraguaba. Te has convertido en un apunte de noticias. Una voz anónima dice que un joven de 12 años ha fallecido al colisionar su moto contra un árbol, y bla, bla, bla. Tú solo cogiste la cuerda. No precisaste a nadie. Bueno, la verdad es que no estabas solo: te acompañaba tu inconsciencia, y la de los demás. La suerte de consideraciones que nadie hizo, quizá por cobardía, ahora se convierte en “infortunio”. No te acreditaste a ti mismo, y nadie de tu entorno supo ver que te faltaban años. Es lamentable. El luto se ha extendido por tus padres, por tus hermanos y por tus abuelos; y la sombra que has dejado tardará en desaparecer. Amigo, ya no irás al cine, ni a los salones recreativos, ni a “tontear” con las niñas en la plaza del pueblo, que se verá más sola sin ti. Ya no irás a la escuela, ya no recitarás en voz alta, ya no formarás parte del grupo de teatro, como era tu intención, ya no te veremos en la clase de gimnasia con tu tradicional energía, ya no habrá nada… Te has olvidado de tantas cosas, y ahora eres tú quien entra en la senda de la amnesia. ¡Qué dolor! El negro es ahora tu color: ya no es el azul, ni el rojo, ni ese amarillo que te embobaba. Has desfigurado la ruta, que ya no pasa por tu habitación, ni por tu almohada, que no sueña como antes. Las manecillas del reloj han seguido con su jactancia olvidándose de tu importancia, que la tenías, pero que se ha perdido. Las formidables charlas que te gustaba acariciar con tus simpatías entre amigos se han esfumado sin dar tregua a la razón, cargada de actitudes inmisericordes. Aprieto los puños para no fijarme en lo que ha sucedido. Se dan de manera muy frecuente este tipo de hechos. No aprendemos de la experiencia ajena: puede que el primer día, pero no el segundo o el tercero. Nos lamentamos de la fugacidad de la vida, y luego seguimos como si tal cosa. Desconocemos las realidades: siempre nos quedamos en las apariencias engañosas que nos destruyen sin defender las fragancias y las buenas maderas protectoras. Han sido el fin de semana, la modernidad, la máquina y la carencia de aprendizaje, ha sido todo junto, y lo volverá a ser. Ahora te lloramos a ti, y mañana a otro guerrero en ciernes que no ascenderá a oficial. Hoy me acuerdo de tu muerte: mañana no sé si tendré fuerzas.
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