martes, 1 de julio de 2008

La soledad

La población española está carente de “afectos”, y, como muestra, un lúgubre botón que no me gusta nada. Una de cada diez personas, la mayoría de edades avanzadas, afirma que nunca recibe cariño. Es un dato escalofriante, duro, aterrador, lacerante, hiriente, demoledor, imposible de concebir en una sociedad que se define como “civilizada”. Nuestros ancianos denotan lo que somos, y señalan de dónde venimos, así como saben de nuestras experiencias. Son la antesala de lo que está por venir, del futuro, al que pueden y deben contribuir desde su conocimiento adquirido con el estudio y con el paso de los años. Subrayo más aseveraciones intrigantes y rompedoras: la población española ha envejecido de forma notable en la última década, y estamos a la cabeza en este tipo de recesión demográfica; cuenta, además, con menos apoyos socio-afectivos; tiene peores hábitos dietéticos, y hace poco ejercicio. Son conclusiones del informe titulado “Salud y Estilos de Vida en España”, perteneciente a la Fundación de las Cajas de Ahorro. Una de las afirmaciones que más me llaman la atención es que existe una falta de apoyo afectivo que condiciona la calidad de vida de miles de ciudadanos, sobre todo ancianos. Se calcula, según este estudio, que cuatro millones y medio de personas con edades comprendidas entre los 16 y los 64 años no recibe nunca invitaciones para salir, lo cual hace que este nutrido colectivo manifieste tener una sensación de soledad. Destacan, asimismo, otros porcentajes: un 8´8 por ciento de los ciudadanos y ciudadanas que se hallan en las edades anteriormente citadas no recibe ni amor ni afecto. La cifra supera el 10 por ciento cuando hablamos de mayores de 65 años. Hay cifras similares para coyunturas más duras aún: un 9 por ciento de la población en general no tiene ni ayudas económicas ni espirituales de nadie, ni nadie que se preocupe de su bienestar o de su malestar. La soledad es uno de nuestros grandes males. Es una oscura dolencia que no tiene solo un flanco por el cual atacar. Si no se ataja a tiempo, puede derivar en otro tipo de pésimas cuestiones, como la locura, la incomunicación o hasta incomprensibles situaciones de violencia. Es obligación de toda la sociedad el corregir los desvíos que se puedan producir. No asumamos estos datos, que ya no apuntan únicamente minorías irrisorias, como un coste de los avances y de la modernidad. No hay ningún peaje obligatorio, por mucho de que traten de explicarnos lo contrario. La soledad es un mal que nos puede tocar a todos, y por ello entre todos debemos tomar medidas. No consintamos que mañana venga por nosotros, parafraseando a Bertold Brecht, y estemos así, solos…

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