martes, 1 de julio de 2008

Meditaciones y opiniones

Me tendría que haber “desvanecido”. No sé por qué me río. No sé lo que me pasa. Lo veo todo un poco borroso. Estoy rodeado de huesos, de carnes putrefactas. Espero que no me hagan daño. El trato no sale. Me pregunto de dónde soy, a dónde voy, con qué intenciones. Mis raíces se hunden a miles de kilómetros de aquí: no suelo ni puedo salir de este fango. Pido una bebida más para olvidar más. Me convendría estar a dieta: el agua va bien; y el hielo, sobre todo en cubitos. Empiezo a contar, y no me salen las cifras esperadas. Pertenezco a un departamento descabezado. Niego las evidencias. Nos conocemos de muchos momentos especiales: te descubro y ato cabos. No sé lo que nos traemos entre manos. Las visitas se tuercen como los árboles no encauzados en tiempo, en forma, y en el espacio habilitado. Sonrío un tanto, y no sé qué me lleva a ello. Suspiro mientras recuerdo los buenos tiempos, que los hubo, que disimulé entre sus sábanas blancas. Paseo con un formulario en los bolsillos: no lo voy a rellenar. No quiero dar pistas. Siegan millones de esperanzas matando los ojos: ya no averiguaremos nuestros pecados, y no asentiremos con la cabeza y mucho menos con los actos. Me tomo un refresco de intenciones. Desayuno rutinas y asisto impasible a recepciones en las que se rompen los cuerpos queridos. Me preocupo. No me cansaré. Soy el testigo ocular ante los que vienen en misión. Saludo a los fabricantes de un destino que surte de gracias y de grasientos efectos. Deseo un poco de privacidad. Quiero un caramelo, un algo que me conforme y conforte. Tomo un café para despejarme. No voy a seguir ningún rastro: pretenden confundirnos. Me toco la nariz: estoy asolado por un mar de vacilaciones. Me he convertido en un florero con guardias estúpidas. Me he vuelto a ensuciar con declaraciones que nos alejan de las bromas. Mostramos unas evasiones que no regalan tributos ni recompensas. Nos echan de los caseríos donde éramos libres y nos sentíamos calmados. Nos aplican dosis de sedantes que nos truncan las posibilidades de hablar. No queremos líos: estamos cazados como pajaritos. Somos demasiado iguales, muy absorbentes. Nos conservamos como podemos. Tomamos un respiro con cuidados y con entendimientos. Hago una parada para ver lo que sucede: me ducho y reconozco que soy tu amigo. Proyectas opiniones piramidales y adorables. Te quiero a ti.

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