viernes, 4 de julio de 2008

Siempre en mi mente

Te pienso en el trabajo, en la esquina, mientras camino, en cualquier trance, al tiempo que estudio, en mis éxitos, en los momentos más duros, que tú transformas y haces más llevaderos. Te recuerdo en cualquier instante de mi vida, cuando surco el océano, cuando aterrizo en mis actividades cotidianas, al partir, al volver, siendo con tu pensamiento un poco más persona. Estoy dentro de ti, y te veo sin verte, y te saboreo con razones y sin ellas. El mundo es como es, como debe, y me esfuerzo en dar con las posibilidades más manifiestas, unas ocasiones que tú destreza entrega a mis emociones. Si algo merece la pena, lleva tu nombre. Te estuve esperando muchos años, toda una existencia, desde antes de ser persona, de tener uso de la inteligencia. Algo no escrito ni esbozado me conducía hasta ti, y ahora, al fin, estamos juntos, juntos para siempre. Somos padre e hijo en el sentido más glorificado y universal de la terminología. No puede haber una pareja mejor. Te soy entre “sinceridades” que prefieren ser y que se ponen en el lado de la Ley. Estamos emboscados para superar las aflicciones, que ya no las hay. Nos sentimos con el frescor de una raza que podrá con todo y con más. La cuerda ya no estará floja, pues nos unimos los dos para sujetarla y ponerla a punto. Si había razones para seguir, ahora he dado con la mayor de todas. No hay nada que pueda cuestionarte. He nacido para ti, para servirte, para ser entre tus brazos, para elevarte en los malos tiempos, para sentirme orgulloso el resto de la vida. Nos miramos a la cara y nos reconocemos: yo lo digo, y tú todavía, con tus pocos años, lo callas. Incluso cuando no nos miramos sabemos que estamos y que cabalgamos en la misma dirección. Un besito.

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