martes, 1 de julio de 2008
Una vida modélica
Me has ayudado mucho, más. Tú no lo sabes, pero ha sido así. Te levantas todos los días a las siete para empezar a trabajar a las ocho y media. “Deslías” un poco tu casa antes de salir. Tomas un desayuno un tanto apresurado, y que nada recuerda al de las películas, y emprendes vuelo hacia un quehacer que te roba, sin contar los desplazamientos en coche, unas ocho o nueve horas. Es duro cumplir la condena bíblica que dice que ganarás el pan con el sudor de tu frente. Es cierto que siempre hay listillos que se aprovechan de los que están “enfrente”, pero también es verdad que, a menudo, falta rostro para enjugarnos ya no sólo la calentura de la tarea diaria sino también para afrontar la pena y el sacrificio por un jornal que cada vez llega para menos. En fin, que todas las jornadas tú haces lo que la gran mayoría: esforzarte y mucho, muchísimo. Sin saberlo, muestras el “camino”, marcas un trazado que recorremos todos. Has renunciado a muchas horas de familia, e incluso a tener una propia: te falta tiempo y dinero, y hasta careces de minutos para ser tú misma, que lo eres. Has vaciado tus bolsillos para tener una buena formación, para superarte, para salir del arroyo. Crees que la simpatía, ante tanta competencia y tanta carrera, puede dar resultado. Es difícil, pero ahí continúas. Obedeces a unas reglas y a unas razones muy concretas: no te puedes quedar parada, tienes que ser tú misma, has de dar más de lo que recibes... Multiplicas tu tiempo para encontrarte a ti misma, para disponer de una raza, de una oportunidad, que cedes a otros. Te veo caminar todos los días del mundo, con la misma cara de sueño tempranero, con la misma ilusión, con tus libros, con tu bolsa de deporte, con tu coche, con tus pensamientos, con una carga ligera, y con mucha bondad para festejar cualquier ocasión. Parece que tuvieras un “turbo”, puras alas. Te veo con una ventaja añadida que te has otorgado. Estás convencida de que “esto es lo que hay”, y no podemos “entretenernos” con miserias o limitaciones que no dependen de nosotros. No le haces asco a nada, y por eso ves el lado divertido de la vida, que es relativa, como lo es su interpretación. Amiga sin nombre, te sigo en silencio hasta que te pierdes en el horizonte de tus paseos callejeros o de tus intimidades personales. Como tú hay a millares, a millones: estáis en el lado que debemos mirar. Dibujáis una estela formidable e impresionante. Contigo como divisa, sabemos que no debemos claudicar ni estar forzosamente anclados en puntos de tiempo o de espacio. Contigo, con gentes como tú, no hay verdades encapsuladas o cristalizadas, no hay lugar para el pesimismo: eres auténtica, una definición del buen comportamiento.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario