viernes, 4 de julio de 2008

En la conveniencia de una separación

Te tengo muy “calada”, amada mía. Tratas de contentar a todos, y por eso no me tienes, y por eso te alejas del objetivo certero, del pensamiento gratificante. Me sumas, nos sumas, a los arrastres conjuntos, donde todos tenemos un estatus pero formando parte del mismo espectro. No es así. La justicia distributiva de los griegos se basaba en aquello de “a cada uno lo suyo”. Me despierto cada mañana, y te miro, pero no te poseo. Es evidente que tú a mí tampoco. Juegas con el hechizo de las artes manifiestamente superficiales, y así, aunque ganes, te quedarás sin celebrarlo. Quizá lo hagas, pero te estarás confundiendo por obra y gracia de los dioses que no creen en este tipo de ceremonias. Miras hacia todos los “terrenos” intentando encontrar miles de contestaciones a tus serpenteantes interrogantes. Te sientes desvalida, y eso te hace errar mucho. La aflicción no conduce a la dicha. No es posible. El azogue que uno sufre lo lleva por sendas de tremenda amargura que calan como bayonetas en el barro durante una noche oscura. El viento no favorece. Por ello, mi consejo es que, aunque no cambies el sentido, sí coloques de otra manera las velas. Ellas te llevarán donde deseas: para ello también debes esforzarte tú. Camina erecta, sin complejos, haciendo tus cosas como sabes, que es muy bien, y no pienses en que necesitas a nadie, ni siquiera a mí, o a él, a los otros, o a ellas. Sé tú misma, que lo eres, pero un tanto más. No te pares. Observa los condicionantes y corre como una alocada en busca de tu amado, que ya sé que no seré yo. Es éste casi mi último consejo, que intento que sea un valor añadido, un “plus”, a una relación que se extingue como el águila. Atiendo todo lo que me pides, lo que me dices, lo que me ofreces, y disimulo con el calzado quitado pensando en que podrá ser un buen día de éstos. No viajamos juntos, ni lo vamos a hacer. Nos quemamos, nos disparamos a quemarropa, y eso no parece tener ningún objeto. Es mejor detenernos un rato, sin muchas demoras, pero sí con las suficientes para comprender lo que sucede, que es lo que es. Las lamentaciones nos desgastan, y no sirven para nada. Estoy pensando en ti, como siempre he hecho, como haré, aunque nos distanciemos del punto más estimado. El recorrido no ha sido muy largo, pero ha sido intenso. Nos hemos abobado con un daño que nos ha enrocado en una desazón que no permanecerá en su sitio. Nos hemos engañado sin querer, pensando, siendo, vagueando, estudiando una materia que nos enrola en un barco que no lleva víveres. Es complejo seguir de este modo, y lo sabes. La estupidez ha sido ingente: la hemos hinchado como un globo en primavera, y pronto explotará. Conviene que nos despidamos antes de que la “bomba” nos alcance. Intentaré preservar lo poco bueno que nos queda que, en todo caso, justifica la diáspora. ¡Buena suerte!

No hay comentarios: