viernes, 4 de julio de 2008

Estoy por ti, en ti

Me acomodo a tu “rostro”, a tu ropa, a tus dientes, a tus labios, y soy entre nubes que se convierten en algodones que festejan el tacto de tu piel. Imploro tu mirada, tus travesuras, tus juegos divertidos, que me conducen al otro lado de un patio donde afloran sentimientos de amistad. Nos enganchamos a la rueda de la vida: yo contigo, cielo mío, y tú conmigo, entre millones de genios y de encantos. Doblo los empeños para satisfacer tus deseos, que comprendo solo con un movimiento de tus ojos profundamente negros y serenos. No hay más que alivio en tus manos, que me tocan y me confortan como si fuera un niño más pequeño que tú. El éxito está asegurado: no quiero más bienes que el de la felicidad que me procuras, que a ti debo tanto y tanto. Es imposible disimular el afecto que te profeso, que es mío, tuyo, de toda la familia. Llegaste con un pan y con un cariño imperecedero. Llamas mi atención con cualquier gesto, que engancha todos los tonos. Ríes, lloras, te enfadas, gritas de rabia y de pletórica dicha, suscitas todo tipo de emotividades y de sinceras caricias que me proponen volver a iniciar un viaje de pensamientos formulados con sentencias que entendemos de verdad. Nada queda pendiente entre nosotros, divinidad de mi casa. Asumo que no puedes ser más inteligente, más guapo, más bueno, más de todo. No debo pedir más: en ti veo el más rico de los tesoros. Por siempre seré devoto de tus actos, de tus aficiones, de tus pensamientos. Estoy por ti, más que eso: en ti.

No hay comentarios: