martes, 1 de julio de 2008

¡Gracias por ser como eres!

Eres joven y hermosa. Dulcificas el aire, lo suavizas con prefijos y con disposiciones geométricas. Vigilas desde todos los ángulos y me proteges. Incides donde debes para que no se tambalee ninguna relación graciosamente importante. No hay imprevistos, y, si los hay, es para mejor. Descansas, y me dejas seguir con sandalias que dejan huella. Estás atenta con tu gente, con ésa que te hace feliz. Nada te resulta pesado o aburrido. Tienes mucho poder. Respetas y no permites que los días resulten agotadores. Porque eres como eres, no te fallan los amigos, ni siquiera en los instantes de discordia. Nada te complica la existencia, quizá porque no te planteas la vida en términos equitativos o equidistantes. No padeces alergias respecto a ningún tipo de pensamientos. Sabes, y sabes bien, como tratar a las personas. Sacas a relucir tus benditos “encantos”. Todo marcha como debe: asumes los inconvenientes con la sangre en su sitio, con la cabeza también. Conversas durante mucho y largo tiempo. Consigues, por tu actitud, grandes ventajas. Te das un respiro y sigues adelante con ahínco. Me ha encantado conocerte. Te has apartado de los malos hábitos. Experimento en tu perímetro cercano unas magníficas vibraciones. Te haces valer ante todos. Nada te perjudica: aprendes de cualquier percance, cuando se produce. ¡Te admiro tanto! Derrochas unas energías que compartes con los conocidos, con los que se aproximan a tu vera estupenda y maravillosa, casi de escándalo, en el buen sentido de la palabra. Eres linda y hechicera, como dice la canción. Eres trabajadora, estudiosa, camarada de los tuyos y de los que no lo son: has superado las ideologías, ¡gracias a Dios! Disfrutas con propiedad de la vida enamorándote de ella, sin disimulos, sin apariencias, con una inocencia que me derrite y que me pega a ti. A lo largo del camino, lo sé, ha habido sacrificios, pero han merecido la pena. Sales del bosque de esa isla remota en la que tuviste un aprendizaje estricto. Has superado las horribles pesadillas y te has embarcado en un misticismo que engancha. Eres mi mito, mi heroína, mi defensora ante afrentas y despotismos. Me siento seguro junto a ti, con tu brazo alado de mi parte. Reflexionas sobre la Naturaleza, sobre la Creación, sobre los eternos problemas, sobre la migración de los cuerpos y de las almas, y renaces cada día sin eludir los elementos cruciales. No te reduces a las anécdotas. Reconozco tu cariño no empañado que hace desaparecer cualquier tristeza. Ya no hay estructuras monotemáticas y de monólogo. En mi vida he recogido algunos premios, algunos galardones de distinto calado, pero ninguno se iguala al que tú me proporcionas. Has derrumbado los muros que me impedían ver; has rememorado mi infancia; me has regalado un segundo yo, y me has hecho entender de nuevo otros valores que creía olvidados. Sencillamente, ¡gracias!

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