miércoles, 9 de julio de 2008
Sed de mal
Miro a los ojos del que viene, y entiendo que está huyendo. No hay facilidad, no la hay. Restauramos unos patrimonios que pertenecen a otros, a los que neutralizan una versión inhóspita de la existencia humana. Nos piden una vuelta atrás, y atrás estamos. Pedimos una memoria colectiva que nos convierte en pardillos de un colegio “polucionado”. Corro hacia la fugacidad de un espacio interno que nos promueve como rehenes del olvido. Comunicamos un convencimiento en el que no creemos. Los estímulos no tienen respuestas; y no somos. Nos congratulamos de unas pérdidas que recogen el fruto estéril de un olvido. Nos convencemos de complicaciones que nos estimulan al revés. No hay fabulación, ni felicidad, ni esbozo de una sonrisa querida. Me dicen que regrese, y me niego ante las evidencias que nos prefieren con el color virado. Nos ofrecen una risa, un regocijo, una cadena de posibilidades que nos hacen recrecernos con risas que ahogan. Hemos cambiado la terminología, y nos hemos dicho que es mejor lo que no se ve, pero observamos, entendemos, nos congraciamos con los enemigos de patrias que no existen. Nos veremos para olvidar, y nos olvidaremos entre enredos que nos dictarán unas soluciones inocuas. Hemos aspirado a una sonrisa, y hemos sonreído, y ahora nos amargamos con estuches de algodón manchado de sangre inocente. Vertemos la avaricia desde un saco mugriento. Hay sed de mal.
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